Me inhibí plenamente ante el teclado, aunque tengo la seguridad de que ni leerás lo siguiente porque:
- No sos merecedora de este escrito
- Vivís en un limbo al que yo no visité
Te veo y tardas entre una hora y dos en enamorarme. Te vas y tardo un par de días en desencadenarme de esa etapa impulsiva y fugaz. Jueves mágico, música increíble, besos de primera calidad pero aún así vacíos. Pudimos hablar de lo que nos aterra y de aquella libertad que tenes, que tanto admiro y aplaudo. Mis ojos te ven y gritan "contagiame esa energía". ¿Qué mejor que dejarte ir? ¡Pero no esa misma noche! ¡Qué lejos estamos!
¡CUANTA SOLEDAD!
Siendo almas jóvenes tan incompatibles pero divertidas juntas, te atreves a hacer planes en mi cara y prometerme la siguiente noche. Sonreí sin dolor y entendí que nos volveríamos a ver en cuatro o cinco meses. Así funciona este motor, no nos mientas, escápate así te persigo con confianza. O mejor aún, me venís a buscar. Quiero dormir con vos.
¡CUANTA LIBERTAD!
Admiro esa ilusión, que se destruye al descorchar el champagne que me voy a clavar solo esta noche.
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