Ayer el tiempo libre me ganó y me encontré nuevamente con recuerdos arbitrarios sobre su risa y sus palabras. El tiempo libre con la espontaneidad pueden ser interesantes. Cuando menos lo esperaba me encontraba caminando hacia la puerta de su trabajo con la esperanza de cruzarla. Que su trabajo sea a tan pocas cuadras ayudó a aquella espontaneidad. Sin embargo, esas tres cuadras fui pensando en qué mala idea sería si llego a destino. No importó, allí estaba la puerta frente a mi. Si golpeaba o tocaba el timbre no iba a saber qué decirle. Tal vez, quería contarle de mi tatuaje, de algunos sueños... y de la importancia de los colores. Acerqué mi oído hacia la puerta y podía escuchar voces. Ninguna era la de ella... esperé unos treinta segundos hasta volver a escuchar su risa. Sentí que en mi corazón había sido suficiente ese sonido. Que ya había conseguido lo que buscaba. No me fui sin antes escribir con un lápiz en la pared mi seña de que estuve ahí, cerca de su risa.
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